Terapia breve, atención psicológica 24 horas, en línea.
La culpa proviene generalmente de la familia, los amigos, la sociedad y/o la religión que, la cultura que consciente o inconscientemente, nos enseña a sentirnos culpables por pensar o actuar de una manera determinada.
A lo largo de nuestra infancia, nos recuerdan constantemente nuestro mal comportamiento, y cuando hacemos algo mal, nuestros padres o maestros se apresuran a transmitirnos lo decepcionados que están con nosotros.
Lo que se pretende con esa culpa impuesta desde el exterior, es cambiar tu comportamiento haciendo que te sientas mal por lo que hiciste. Una vez que nos han hecho sentir lo suficientemente culpables, padres, maestros y educadores nos enseñan a escapar de la culpa para de ese modo recuperar su aprobación.
Así es como, la culpa se convierte en una herramienta extremadamente poderosa para manipular el comportamiento, estando fuertemente relacionada con la necesidad de aprobación externa. Cuando hacemos algo «bueno» nuestros padres nos premian con alabanzas y recibimos su aceptación, cuando hacemos algo «malo» esta alabanza desaparece y se reemplaza por desaprobación y rechazo.
Dado que prácticamente todos los niños desean fuertemente recibir amor y aceptación por parte de sus padres, la necesidad de aprobación de los padres es algo que los niños se esforzarán por conseguir de manera constante. Desafortunadamente con el tiempo nos condicionamos fuertemente de manera prematura a buscar la aprobación de los demás por las cosas que decimos y hacemos - formándonos una falsa creencia- de que tenemos que hacer y decir lo que los demás esperan de nosotros a fin de recibir su aprobación.
Con los años generalizamos esta falsa creencia y aunque la persona que desaprueba nuestras acciones no es ya nuestro padre o el maestro, el simple hecho de recibir la desaprobación desencadena automáticamente un deseo de ganar de nuevo la aprobación perdida. Como consecuencia, y con el fin de evitar la desaprobación, la mayoría de nosotros (a través de nuestro condicionamiento prematuro), intentaremos no decepcionar a aquellas personas que consideramos relevantes en nuestra vida. Por lo general, estos serán la familia, amigos cercanos, compañeros de trabajo, y en general los grupos que se denominan comúnmente como «grupos de referencia». Con intención de ser aceptados por ellos, terminamos haciendo cosas que sabemos que van a aceptar y aprobar pretendiendo reducir el riesgo de desaprobación social. La implicación que esto tiene, es que para llegar a ser una «buena persona» hay que demostrar cierta preocupación por los demás hasta el punto de alinearse con lo que ellos consideran bueno o malo, o lo que es lo mismo, hay que ajustarse a las necesidades y deseos de los que te rodean. Por lo anterior, para salir de este condicionamiento de la culpa con éxito, debes comenzar por defender tus creencias, deseos y necesidades sin ser influenciado por lo que piensan, desean o necesitan los demás.
La investigación en neurociencia muestra que nuestros cerebros realmente nos recompensan por sentirnos culpables. A pesar de sus diferencias, el orgullo, la vergüenza y la culpa activan circuitos neuronales similares. Curiosamente, el orgullo es la más poderosa de estas emociones al desencadenar la actividad en estas regiones, excepto en el núcleo accumbens (es la región de nuestro cerebro que se encarga de clasificar nuestras sensaciones y nos dice si nos encontramos ante una sensación positiva o negativa como el placer, la recompensa o el castigo), - donde ganan la culpa y la vergüenza. Esto explica por qué puede ser tan atractivo acumular culpa y vergüenza en relación a nosotros mismos: estamos activando el centro de recompensa del cerebro.
La investigación publicada en Harvard Business Review muestra que las personas propensas a la culpa trabajan más y se consideran mejores líderes. Las personas que son propensas a la culpa tienden a trabajar más duro y a desempeñarse mejor que las personas que no lo son, y se les percibe como líderes más capaces. De hecho, las personas que a menudo se sienten culpables son percibidos también como mejores amigos, amantes y empleados. Así que hay una buenas razones según la ciencia por la que nos sentimos culpables, claro que las desventajas de la culpa resultan ser mucho peores que los beneficios.
En resumen la culpa se origina en el miedo al rechazo por la desaprobación social. La culpa como tal no existe ( este es otro tema, que en otra ocasión explicaré ), pero definitivamente sentir culpa no te aporta ningún beneficio, al contrario, la culpa "destruye" y la responsabilidad "construye". Así que cuando has cometido un error, lo que debes sentir es la responsabilidad de enmendar la situación y no culpa. La culpa, baja la autoestima, afecta nuestra salud física y emocional, nos paraliza, nos produce estrés y el estrés es origen de muchas enfermedades hoy día.
La aparición del sentimiento de culpa se vincula al desarrollo de la conciencia moral del sujeto.
La mayor o menor intensidad de la respuesta emocional de culpa depende de las diferencias individuales y de las pautas educativas.
Las personas introvertidas y con rasgos obsesivos tienden a vivir la culpa con mayor intensidad.
Mientras que los estilos educativos centrados en el castigo físico provocan respuestas agresivas, los estilos orientados al castigo psicológico («Ya no te quiero», «No ves cuánto nos haces sufrir») provocan sentimientos de culpa intensos.
Las personas que más culpa experimentan son las que son más estrictas con los demás. Te comparto de manera general algunas de las pautas que te ayudarán a reducir la sensación de culpa.
- Deja de magnificar
– Asume que tú no eres tus acciones
– Practica la autocompasión
– Pide disculpas cuando sea necesario
– Pregúntate si puedes aprender algo de lo sucedido.
" Todos necesitamos el sentido de la culpa, pero nadie necesita sentirse culpable "
Si necesitas apoyo emocional, acude con un especialista.