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La depresión es un trastorno afectivo en el cual el enfermo pierde la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas, con una disminución de la vitalidad acompañada de tristeza, inseguridad y cansancio exagerado; suelen aparecer sentimientos de culpa, visión muy sombría del futuro. Existen alteraciones en el sueño, el apetito y el deseo sexual. Por ello puede verse afectado el paciente en su vida académica, laboral, social y marital, pudiendo degenerar en el peor de los casos en intentos suicidas y desgraciadamente en muchas ocasiones no quedar en intento, sino lograrlo.
Hay muchos factores que influyen en que una persona se deprima. Algunos de esos factores son de origen biológico, como nuestros genes, nuestra química cerebral y nuestras hormonas. Otros son de origen ambiental, como la luz solar y las estaciones del año, o las situaciones sociales y familiares que tenemos que afrontar. Y otros se deben a la personalidad, como la forma en que reaccionamos a los acontecimientos vitales o los sistemas de apoyo que creamos para nosotros mismos. Todos estos factores pueden ayudar a determinar si una persona se deprime o no. Para los fines de esta información me enfoco en los efectos de la depresión en el cerebro.
Un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry, en el que se analizó el cerebro de 8.927 personas, entre ellas 1.728 que padecían depresión mayor. Uno de los resultados es que el hipocampo se va haciendo mas pequeño conforme más depresiones se han sufrido. El hipotálamo es un área del cerebro vinculada con la memoria a largo plazo, de la formación de recuerdos y la conexión de éstos con las emociones. En otra investigación en la que se les dió seguimiento a los pacientes deprimidos por tres años, se confirmó que este trastorno se vincula con una reducción considerable de la densidad de materia gris en tres zonas del cerebro: el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal. Todo parece indicar que en la persona deprimida la amígdala, una zona relacionada con el procesamiento de las emociones, se desacopla de la red emocional. Esto ocasiona que procesen con menos precisión las situaciones que tienen un impacto emocional y, por ende, que perciban los hechos neutros como negativos. En práctica, sería el mecanismo que les hace ver el mundo de color gris.
De hecho, estos cambios a nivel cerebral agudizan los síntomas de la depresión. No solo afectan la capacidad para regular las reacciones emocionales y concentrarse, sino que además se encuentran en la base de la pérdida de la memoria y la aparición de pensamientos negativos recurrentes.
Explicación de la inflamación, quien pudiera ser el culpable
Una teoría para explicar la reducción de volumen que experimenta el cerebro como resultado de la depresión, señalan los neurocientíficos, apunta al aumento de cortisol, que desencadena una respuesta inflamatoria en el organismo y provoca daños a nivel molecular. De hecho, el cerebro de las personas que padecen depresión mayor muestra un 30% más de inflamación que un cerebro sano.
El proceso inflamatorio está vinculado a las citoquinas, unas moléculas que son capaces de traspasar la barrera sangre-cerebro y afectar las funciones cerebrales. Las citoquinas pueden llegar a dañar las sinapsis reduciendo la disponibilidad de monoaminas, cuya disfunción se encuentra en la base del mecanismo patofisiológico de la depresión. Además, expone las células nerviosas al estrés oxidativo, causando su muerte.
¿Estos daños se pueden revertir?
Los neurocientíficos concluyeron en que la depresión tiene consecuencias graves, pero debido a la plasticidad cerebral permite que se recupere la masa cerebral en las personas que sufren este trastorno. En 1996 se descubrió la neurogénesis, el crecimiento de nuevas células nerviosas, que comienza precisamente en el hipocampo, donde se desarrollan las células madre que más tarde se dividen y forman nuevas células nerviosas especializadas en distintas funciones.
En un cerebro sano los procesos de degeneración y regeneración están equilibrados, pero en las personas que sufren demencia y depresión prevalece la degradación. Sin embargo, combatir la depresión, ya sea a través de la psicoterapia, los antidepresivos o incluso el ejercicio físico, puede revertir algunos de los daños a nivel cerebral que provoca este trastorno, estimulando el nacimiento de nuevas células nerviosas.
¿ CÓMO SABER SI ESTAS DEPRIMIDO(A) ?
Para saberlo, se deben observar cuidadosamente los siguientes síntomas durante al menos dos semanas:
Sentir tristeza, desgano o vacío.
Perder interés en cosas que antes gustaban.
Comer mucho o casi no comer.
Tener problemas para dormir (dormir mucho o tener insomnio).
Movimientos lentos, sentir el cuerpo pesado. Estar apático, fatigado o con poca energía.
Sentir culpa, impotencia e inutilidad.
No poder concentrarse, ni recordar las cosas.
Pensar constantemente en morir y a veces, hasta en el suicidio.
Recuerde que:
La depresión es una enfermedad.
Es tratable.
Existen personas capacitadas profesionalmente para ayudarlo.
No basta con “echarle ganas”.
No le da solamente a las mujeres o niños.
No es exclusiva de un nivel económico o social, tampoco d e una raza en particular
La depresión no equivale a tristeza, sino a una baja en el funcionamiento general del individuo.
Si la depresión no se identifica a tiempo, puede tener consecuencias muy serias y perjudicar tanto al paciente como a las personas que lo rodean.
Si padeces o sabes de alguien cercano de tu entorno, acude o ayúdale si fuera otra persona, a consultar con un Psicólogo, ya que difícilmente lo hará por si mismo, y puede llegarse en casos profundos, al suicidio.
" Las heridas más desgarradoras no se ven, porque están en el corazón "